lunes, 22 de julio de 2013

Buenos días

La chica que fuma a pocos minutos del amanecer observa como una ceniza de su cigarro se eleva y es llevada por el aire. Todos los días la luz de su habitación se apaga cuando los pájaros empiezan a cantar, puede que le haya empezado a dar miedo la oscuridad, aquella que tanto parecía adorar. Hace más de un año que sigue el mismo ritual, en el fondo no le gusta fumar, sabe que mata, le deja sin voz, sin embargo nada le hace callar, excepto esos momentos antes de que salga el sol. Me pregunto que pensará, quizás se halle en ese lapso mental en el que te colapsas y piensas en todo a la vez que en nada. Tiene expresión cansada, parece que espera a desvanecerse para irse a dormir, su luz es la última en apagarse siempre en el vecindario, búho rebelde.

Con calma se desnuda y se pone una camiseta tres tallas mayor que la suya, suspira y baja la persiana, poco a poco. Ya se cuela unos débiles rayos de sol por las rendijas que no se cierran. En esa penumbra se sienta en la cama y balancea los pies como una niña pequeña, aún recuerda por qué le dio por fumar, le hace pensar las cosas, le tranquiliza. Es consciente de cómo se llenan sus pulmones de antigua deportista de humo, pero ya se desintoxicará, o no, quien sabe. Cuando llega a ese grado de agotamiento alcanza un sueño muy profundo del que si sueña algo malo o bueno no lo recuerda, mejor así. Está bien, se podría decir que es feliz, pero a la vez hay algo que no termina de encajar, esa sensación mengua con el tiempo, en realidad le sorprende su capacidad de recuperación; ya no llora. Ahora se suele quedar con la mirada perdida, pero no vacía o puede que sí. A veces, muy pocas en realidad, alarga un abrazo más de lo normal, nadie ve su cara cuando la abraza, mejor, es su medicina, eso y el sueño, que ahora le susurra al oído con voz tenue. Un sorbo de agua, otro más pequeño y se tapa, no hace frío pero se tapa, se hace un ovillo y se acomoda con su almohada; buenos días ave nocturna.

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