jueves, 4 de julio de 2013

Ganas de calle

Madrid, es diferente, nunca duerme y menos en estas fechas. Todo empieza con un ''creo que me voy a quedar un rato más'' acto seguido te encuentras con extranjeros que te hablan de postres raros, extraña pareja de amigos compuesta por un francés y un musulmán en la puerta del Sol, el reloj digital no el analógico, no estaba ahí, pero es de una Canarias invertida. Háblame de la vida, de lo que estudias, piensas, háblame de música, de comida, de política, agota los temas, exprímelos, que me iré con mis tortellinis crudos a otra parte, a hablar con intentos fallidos de estrella de rock, con solteronas de despedida de soltera que te sonríen de oreja a oreja, con travelos que han aguantado toda la noche con sus tacones y ya no pueden más, con gente que no ves de hace meses, ofrece tortellinis y observa la reacción de la gente, es como todo, hay quien come con gusto y hay quien lo hace a disgusto, pero todos comen y los que no, no saben lo que se pierden.

Siéntate con desánimo a observar la media hora que le falta a tu bus y descubre una buena conversación  con el desconocido de al lado mientras observais como una moto derrapa y vuelca como si de una pluma se tratara, después sube al bus y encuéntrate con quien menos esperabas, quedad en llamaros. A menudo me refugio en que soy de Vigo, pero Madrid es mi cuidad, hoy soy optimista, estoy encantada con la gente, no pretendo ser irónica ni metafórica, solo hablo con sinceridad, que buen ambiente, que genial puede llegar a ser la gente, porque todos y cada una de esas personas en su inmensa mayoría desconocidos tienen una sonrisa amable si les tratas con respeto, hay quien cuenta tetas en vez de cabezas, bueno, ríete y pasa del tema y si el resquicio de los tortellinis no terminó donde esperabas, ríe, ríe mucho, porque quien no sabe encontrar la risa, risa me da.

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