domingo, 22 de septiembre de 2013

Pestañeo de pólvora

Luces y ruidos, señalan año tras año, el principio del fin, el final del comienzo de una etapa, una era por pequeña que sea, en este caso curiosamente significativa, pero el inicio de una mayor, en pocas palabras mejor, eso parece. Ahora solo importa la vista y el oído que anuncia nuevos estallidos de colores, nada importa aquí y ahora el tacto, si acaso el olfato; huele a pólvora, me gusta. Aparto de vez en cuando el ojo del visor y observo con ambos los fuegos, no hay conversación, no hace falta, solo el clic del sensor de mi cámara rompe ese sonoro silencio tan solo interrumpido por el estruendo de un petardo o una ovación por parte del expectante público de todas las edades, la carretera cortada y gente sentada en la misma, yo inclusive.

Me giro y veo caras llenas de ilusión con bocas entreabiertas, desde el más pequeño al más mayor, como en un cine en el momento de esplendor -en cuanto a derroche económico se refiere- de la película, solo que en este caso, algo más barato, aunque en realidad podríamos ahorrarnos los fuegos, las fiestas, estamos en crisis hay recortes y la educación y sanidad se están privatizando mientras nos aconsejan tomarnos una 'relaxing cup of café con leche'. Pero la ilusión no se compra ni se controla, la esperanza y despreocupación que se ve en las caras de decenas y decenas de personas durante casi media hora, merece la pena, creo, que hasta hace falta volver a ser unos niños pequeños por un rato, con la única preocupación de no pestañear en la traca final, así que no pestañees y abre un poco la boca para no tener que hacer una futura visita a Gaes.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Fantasmas sin corcho

En otra vida aparentemente remota, entre el verde brebaje bohemio reí
también enloquecí en delirios, bailé en psicodelias y lloré entre tormentas.
No había expectativa alguna pero he de decir que no vi hada alguna;
tampoco podría recordar ya que no estoy segura de si fue sueño o realidad.

Ahora el cristal que le daba forma yace por error a piezas en un contenedor,
solo queda el cartón que lo contenía y mi pregunta es; ¿reciclamos pues?
La bonita botella descansaba en una estantería y su corcho contenía fantasmas
al romperse, esos espectros de anís mentolado corrieron libres por mi mente.

He tenido arcadas de felicidad y resacas de realidad a grandes dosis
es curioso pensar qué botella ha usurpado el puesto de la bebida francesa
e irónico que un pasado tan aparentemente lejano la prefería al licor alemán.

Cuando imaginé en como se había hecho añicos la vena de mi sien palpitó
cuando me hube calmado contemplé el rincón vacío, lleno de polvo,
sin pensar siquiera a los segundos ese hueco estaba ocupado, sin cartón.

Pensé entonces en que el cristal es una buena celda para los fantasmas,
amortigua sus voces hasta volverlas mudas pero gritan al hallarse sin corcho
y si hay más alegría que tristeza entre sus delicados vidrios se hace notar
cobró pues, más fuerza la idea de las firmas aparentemente un vanal sinsentido.

Cuesta rechazar objetos vinculados a recuerdos, por ello la oscuridad
y el polvo se hará cargo de la caja contenedora de la bebida bohemia
que encontró una mejor sucesora, sin lágrima alguna y con algún licor aún.
Así que, RIP a la supuesta hada verde de dicho embotellamiento. Sigue al ciervo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Ventrículas auriculares, ventriculares Aurículas

Evítalo, apártalo, empújalo hacia un precipicio de afiladas rocas porque te bloquea, hace que te falte el aire y colapse tu raciocinio. Pero por mucho que muera una y otra vez deja mella dentro, sí, dentro, en lo más hondo, aun así ganas la batalla, pero ¿cuándo es el fin de la guerra? ¿quiénes son los buenos y quiénes los malos? Quizás este en el bando equivocado, quizás sea una supuesta expedición y no debería cooperar. Por eso con el semblante calmado estáte alerta, no te confíes, nunca. Piénsalo porque pensarlo y sentirlo son cosas diferentes, muy congelado ha de estar esa víscera con aurículas y ventrículos para ser un subordinado del supuesto seso que no sexo (aunque en algunos individuos/as parece que han hecho un intercambio).

Cuando no ganas la batalla o estás a punto de perderla te sientes débil, con una carga, sin palabras y una voz (metafóricamente y si la oyes de verdad, mal asunto) que probablemente sea un pepito grillo maltrecho, escuchimizado y cochambroso (hablando mal y pronto en el dialecto yayil) susurra a tu oído con aliento de THC y destilando radicales de OH, susurra; no llegues a mí para conseguir esos opuestos. Después esta el pepito grillo de punta en blanco que tiene una puta de banco pero eso ya es otro cantar.

Así que rompe la barrera del sonido y deja oír una palabra, cruza un océano para dejar verter una lágrima y serás libre para liberar una sonrisa con el gesto más insignificante. La peor guerra es contra ti mismo/a, tu propio interior  pero cuando ganas una batalla te sientes invencible, imperturbable, fuerte. A veces, después te sientes el ser más estúpido del planeta por autodesobedecerte. Ese núcleo ventricular es un rebelde, es EL rebelde, la resistencia a lo ''racional'', sin embargo su completo liderazgo se convertiría en una anarquía y no creo que nadie este preparado para yupilandia, tampoco es propio del ser humano, por tanto, esa guerra ¿se termina algún día? No creo, pero quizás ahí se halle una de esas chispas. Y todos sabemos como termina la frase.